Sad Valentín

Sad Valentín

San Valentín #24: Un año más de aguantar ver parejas felices caminando por todos lados, fotos en instagram e historias de todas las sorpresas que les espera. Como si fuera una competencia de ver quién es más feliz -al menos en esa fecha- porque en redes, y ante la sociedad, es lo único que importa.

Es curioso cómo una fecha tan insignificante dentro de los 365 días que nos inventamos, se vuelve tan importante y superficial.

Dentro de todo ese «amor» nos encontramos ‘lo nino’: Ni nos llaman, ni nos sorprenden, ni nos cogen y ni nos importa.

¿Ni nos importa? La verdad, es que sí nos importa -al menos a mí sí- y es un sentimiento extraño porque aunque tu boca dice que es ‘una pelotudez’, sabes que muy en el fondo de tu corazón quieres sentir lo que es recibir un mensaje, un detalle, la compañía de alguien que quieres o te gusta.

Pero la triste realidad es que siempre resultas ser esa amiga elegida que ayuda a preparar las sorpresas o escuchar todo lo lindo que han recibido ese día. Y tienes que fingir ser el ‘grinch del amor’, fingir una sonrisa cuando en realidad te entristeces.

No quiero ser dramática -aunque el drama fluye en mis venas- pero en estos días me siento la mujer menos guapa, menos agradable, como si fuera un repelente de detalles y sorpresas.

Quiero convencerme que solo es un día más, que no es importante pero para alguien que nunca recibió nada, es un anhelo que se siente inalcanzable.

No escribo esto para dar lástima, porque para lástima está la relación tóxica que tuve por cuatro años. Escribo esto para decirle a las personas que sí pueden celebrarlo que no se burlen del pequeño detalle que alguien les hizo porque no saben el esfuerzo que hubo detrás, no se enojen porque no fue lo que esperaban, recuerden que existimos personas que jamás hemos recibido un detalle y solo nos queda mirar desde afuera.

¡Me cansé!

Este año decidí dejar de esperar y entristecerme por algo que no me pasará y decidí ser mi propio San Valentín. Comprarme un chocolate, darme un orgasmo, llevarme a cenar y ponerme guapa para el espejo.

¿Por qué decidí cambiar este año? Pues, en este corto tiempo sentí un bajón, de esos que te absorben la vida, la alegría y la autoestima. Pero comprendí que el 10% de lo que me pasa no lo puedo controlar, no puedo controlar el rechazo, pero sí puedo decidir sobre el 90% que sobra.

Ese 90% lo usaré en mí, en disfrutar mi soledad, en dejar de correr y disfrutar del paisaje. Me di cuenta que me perdí en el camino y me convertí en algo que no era, solo por querer aferrarme a todo lo que me haga sentir segura y cómoda.

Boté las esperanzas por la ventana porque son ellas las que nos hacen sufrir, barrí mis sentimientos y decoré mi alma con colores vivos pero esta vez no para gustarle a alguien. Esta vez tengo una cita conmigo misma y estoy emocionada.

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